miércoles, 29 de julio de 2009


Tal vez nunca existieron amaneceres en la playa.

Días después intentaba respirar pero la ventana me engañaba y se reía de mí desde la otra punta de la habitación. El aire no fluía, se asentaba en mi garganta sucio y pesado, seco. No olía a mar ni tan siquiera amanecía, eran más de las doce.

Eras aire del Sáhara personificado. Holograma. Espíritu. Invención.

Por qué será que siempre que vuelvo tengo la misma sensación de deshaogo y a la vez de encarcelamiento. Por qué sera que sigo necesitando volver a irme para seguir sin echar de menos.

Cuelgas de mi cuello, pesas, quemas. Tienes mi media muñeca. El agua estaba fría y veía mis pies a través de la noche. La sensación no podía ser más agradable.

No dejas que amanezca. Y pesas como un yugo. Y quemas.

Espero.

2 comentarios:

Marlon dijo...

Texto muy evocador.
Me ha encantado.

Disfruta de Londres.

Un beso.

Viva dijo...

¿por qué será que a mi también me pasa algo similar?