martes, 7 de septiembre de 2010

por el miedo a equivocarme

Sólo llevo dos días de clase y ya me he vuelto adicta al capuccino con almendra de la nueva máquina de cafés. Sí, he escrito bien, NUEVA máquina de cafés. Ahora hay sandwiches baratos y ensalada de pasta en el vending de mi fantasmagórica facultad. Los futuros fiGólogos no tendremos sobrepeso por inyectarnos cruasanes en vena en los descansos entre clase y clase (y si a esto unimos los nuevos y flamantes aparcamientos para bicis podemos pensar que seremos las profesoras más deseadas del instituto -si es que mi destino es acabar opositando-).
Escucho Oren Lavie mientras pienso en por qué narices se tardará dos meses en cobrar un trabajo de dos días, y también pienso si mi Nikon tarda tanto en llegar a Fotoprix porque la han mandado a arreglar a un servicio de reparaciones en Corea.
Saneo mi habitación mientras aparecen desdichadas fotos cargadas de sonrisas de ex-felicidad y de hormoneo adolescente. Me contagio y me pongo a escribir cartas como antaño, antes de que existiesen los blogs y el tuenti, (sí, hubo un pasado más allá de la courier new...). Cartas en las que hago listas de mis nuevas manías y en las que le recuerdo las antiguas que aún me pertenecen. Cartas que como mis postales de las ciudades por donde paso nunca envío.


por el miedo a equivocarme.

2 comentarios:

Cristina dijo...

Engancharse al capuccino no puede ser adicción, nunca es suficiente.
¡¡¡¡Qué pronto empiezan las clases!!!!

Pipa dijo...

uffff siempre aparece la caja que tienen inundada de mil recuerdos, y lo peor es que todos tenemos la opción de sonreír con un dejo de nostalgia y continuar con nuestras vidas, pero no nos conformamos con quedarnos con la duda... lo bueno es que son lindos recuerdos que siempre estarán ahí.