lunes, 23 de agosto de 2010

La mer de rico.

Qué (des)agradable es abrir libretitas viejas para encontrarnos con bonitos recuerdos que sabes que no volverán y con cosas que no recordabas.
Me autoinsulto a la vez que las leo porque me quejo mucho en esas libretitas de mi falta de inspiración pero a su vez escribía cinco o seis páginas por día.
-¡Te quejas de vicio!- diría M.
*M. es Mamá.
Y sonreímos como tontas mientras nos movemos por casa y escuchamos Loving Strangers.

2 comentarios:

Miguel Ángel Maya dijo...

...Como si viera esas libretitas, tan tuyas y tan mías...
...Ni te imaginas cuántas cosas tengo que contarte...
...Besos a mansalva...

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho tu blog, aunque podríamos hablar más detenidamente en otro momento sobre ciertas cuestiones que me han asaltado al leerlo.
Te dejo uno poema propio, espero que te guste.

"No he aprendido a sufrir, toda severidad es inhumana"
Juan Carlos Mestre

Luz de un quinquet
9 pintas, 29 latidos, Gillespie,
madrugada, ganas de hablar.
La generación del 77 íbamos a cambiar el mundo en el fututo
pero los electrodomésticos siguen funcionando en el 2007,
como siempre…
Me pregunto:
Por qué un intermitente puede llevarme a la lágrima, de vasta emoción, por qué siento que me responde, cuando se ilumina su automática luz naranja, y que no estoy solo, que somos dos, objetos comunicándose, que la máquina pretende mi atención, sabiendo antes de que se ilumine sin embargo apenas un segundo antes que así será…
No lo entiendo:
Por qué ladra el borracho a los coches que pasan a su lado.
Es de noche.
Hace frío.
Mientras, la gente ahí afuera insiste, empujando sus pesadas rocas, hacia la pirámide.
En las paredes de mi casa se pudre la luz de ayer por la mañana.
Y yo sigo de pie junto a la ventana, sin tomar ninguna decisión.
Podría quedarme a vivir dentro de esta canción.
A night in Tunisia.
Pienso que:
La oportunidad debe ir acompañada de destreza…
Todos los muebles de casa me observan con rostro de preocupación.
No quiero pensar,
para no atraer su atención, con el ruido de mi cabeza.
Un automóvil ha atropellado al borracho, se apagó el ruido y la furia.
Está muerto, pero no siento lástima.
Tampoco sé qué significa eso realmente, si es salvaje, inhumano o inmoral,
pero es cierto.
Y mientras, la gente ahí afuera no deja de insistir, empujando sus rocas.
Me pregunto:
Debe haber algún motivo por el que todo haya adquirido esta forma,
esta forma de costumbre, en que amanece como una herida sin importancia.
Ya no recuerdo qué clase de paciencia me trajo a este lugar...

Un cordial saludo