lunes, 28 de marzo de 2011

Son días intensos estos de marzo.

Le digo a A. que necesito una escapada de esas de mochila y buena compañía, con un par de mapas roñosos y direcciones de hostales de mala muerte apuntadas en la libreta. Necesito una escapada en la que cada pequeño detalle se amplifica por mil, porque precisamente saliste de casa sin un destino fijo y sin ninguna expectativa. Una de esas en las que comes bocatas rancios en los lugares más insospechados y agradables, observando por ejemplo que estás solo en un par de kilómetros a la redonda o que estás rodeado de gente sentado en una repisa al lado del restaurante más caro de la zona. Beber café en una plaza abarrotada, caminar por calles desconocidas, por nuestras stradine, o callejuelas con encanto. Comprar un objeto simple como un collar que contenga en sí algo tan grande como la ciudad entera, o la región entera, incluso el país entero. Pienso entonces en la luna que compré en Puglia y que ahora no encuentro.
Necesito perderme, encontrarme y volverme a perder.

Cuando pienso en todo esto se me ponen mariposas en la tripa, como a los enamorados.

2 comentarios:

NubOsidad VaRiable dijo...

Esa es una de las mejores sensaciones, yo siento mariposas cuando leo en otro lo mismo que yo siento. Chapó!!

Suerte para tus viajes, sean cortos o largos.

Saludicos

Rocío dijo...

Yo también tengo un ansia de viajar... de perderme.
Cuando recuerdo mis viajes también siento las mariposas :)