domingo, 28 de septiembre de 2008

Promesas...

Por mucho que fuese una cría de pájaro, nada más salir del huevo su instinto le llamaba a volar. Por mucho que fuese un polluelo, y que la altura del nido asegurase una caída mortal, se empeñó en sacar el pico hacia afuera. Comprobó la gran distancia que había entre la rama y el prado, pero aquello no le echó para atrás. Sabía que si se lanzaba y conseguía volar, el premio sería mucho más grande que el quedarse agazapado en un rincón del nido esperando a que cualquier ave le alimentara o le hiciera compañía. No había nacido para eso.
Por eso se armó de valor y sacó sus débiles patas fuera de la que había sido su casa, tomó posición y echó a volar. Dejó atrás sus diez primeros minutos de vida para intentar hacer algo por él mismo. Y lo consiguió. Y tanto que lo consiguió...

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